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Transporte público ¿gratuito?

Desde hace 230 años nos encontramos en una etapa social liderada por la burguesía. Como consecuencia de la industrialización, surgen las ciudades, el mejor concepto de unión de los trabajadores en un lugar conectado y al alcance de los servicios necesarios. Pero aglutinar a tanta gente en un mismo recinto no podía ser tarea fácil. La congestión en las calles empezaba a provocar malestar y problemas a la población, por lo que la idea de un transporte que fuera eficiente en espacio y de alta capacidad era cada vez más necesaria. Autobuses, tranvías, incluso líneas de metro…pero claro, si los que lo empleaban era el proletariado, tenía que tener un coste bajo (eso implica que no reclamarían salarios más altos). La pregunta es, ¿hemos incrementado esa necesidad hasta el punto de que sea gratuito?

Podríamos decir que las ciudades han aumentado sus dimensiones hasta niveles inimaginables, provocando una reacción de las administraciones públicas para paliar con ese tráfico tan habitual y agotador, sobre todo en las horas punta. Con motivo de fomentar este transporte más eficiente, los precios bajos incitan a emplearlo, pero cuando la red de transporte alcanza límites de capacidad, solo hay dos opciones: subir los precios; o ampliar la red. Y como esta última resulta más cara a las arcas públicas, muchas veces se opta por la primera. ¿Será este el caso de Londres? Una red con más de 400 líneas de autobuses y 400 km del famoso Underground, pero cuyo precio más bajo se encuentra en torno a los 4,5€.

Un transporte público que, sin embargo, muchos no pueden permitirse, por lo que están obligados a estudiar, trabajar y tener una vida de ocio en torno a donde residen. Pero, ¡anda! ¿No buscábamos una solución a la despoblación de la España rural? El problema: si los servicios públicos se encuentran solo en las grandes urbes y no se promueven en los pueblos, por mucho que intenten aislar a la gente en estos lugares, por necesidad se verán obligados a trasladarse. Ciudades con conexión a internet, hospitales, institutos, carreteras en condiciones…una necesidad de las nuevas generaciones.

¿Y de qué forma ayuda que sea gratuito? En primer lugar, a fomentar el uso del transporte público en los que residen en las ciudades (que dejarían de depender del vehículo privado), disminuyendo la contaminación y el tráfico. Sin embargo, los que residen en las afueras y que no disponen de transporte, seguirían con la necesidad de emplear el coche. De este tipo de población proviene la mayoría del tráfico que, sin poder evitarlo, provoca retenciones en las entradas de las ciudades. Una posible solución, un trayecto en coche hasta el transporte público más cercano. Pero claro, supone un desembolso adicional al usuario.

Por tanto, implantar un sistema de transporte público gratuito ayudaría a descongestionar las grandes (y no tan grandes) urbes. Un sistema “mixto” de transporte para los que viven en las afueras, y único para los residentes dentro de los límites que la forman. Ahora solo falta saber dos cosas: si los ayuntamientos pueden asumir ese coste; y si la capacidad aguantaría la demanda (especialmente en las horas punta). En resumen, una solución que facilita la concentración de servicios en un único lugar: las ciudades.

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