Desde la inauguración del Eurotúnel se han empezado a plantear muchas ideas para conectar los continentes y lograr una mayor circulación de bienes y personas. Ideas como el estrecho de Gibraltar o el estrecho de Bering son solo algunas de las maneras de unir Europa con el resto de naciones, que requieren una enorme inversión pública y privada pero que tendrían un impacto económico y social muy grande. El principal inconveniente es asumir los costes de construcción de estas colosales infraestructuras, pero más allá de eso se encuentran las dificultades técnicas del terreno y, sobre todo, de la naturaleza.
Con la actual situación económica de los países desarrollados es imposible plantearse obras de gran complejidad. De hecho, el gran endeudamiento de los países hace difícil que la inversión pública participe en este tipo de infraestructuras. Es por tanto que requiere de inversión privada pero, ¿que rentabilidad tienen estas uniones entre países? Muy sencillo: el transporte más eficiente y barato. Y, ¿para qué? Para aumentar los beneficios de las empresas. Entonces, ¿a qué esperan los inversores para poner en marcha estas construcciones?
En primer lugar, el gran impacto ambiental que tendrían estas infraestructuras va en contra de lo promulgado por la ONU, en la que se encuentran gran parte de las naciones, y que aboga por preservar el medio natural y por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Porque, aunque no lo parezca, la obtención de los materiales y su producción para levantar obras de tal calibre debe de ser medido y controlado. Y como es obvio, utilizar materiales más ecológicos siempre resulta más caro (algo que no agrada a los inversores).
En segundo lugar, la inversión privada no puede hacerse cargo del total de la obra, lo que implica la financiación por parte de las naciones involucradas, que ya están bastante endeudadas como para asumir ese tipo de obras. Aunque, a pesar de ello, siguen habiendo sociedades públicas creadas con el objetivo de estudiar estas posibles infraestructuras para su construcción en el futuro. Sin embargo, el fuerte escepticismo que se está originando en los países desarrollados está originando un rechazo a obras de este calibre, con la idea de que “los inmigrantes tendrían un acceso más rápido a sus países”.
En conclusión, actualmente no creo que se puedan asumir este tipo de obras, que podrían mejorar la conexión entre poblaciones, pero que requieren de una fuerte inversión económica y una reducción de su impacto ambiental. Aunque esperemos que, tan pronto como sea posible, volvamos a plantearnos estas obras como método para lograr la aceptación entre las diferentes culturas y, sobre todo, para eliminar el rechazo a cualquier ser humano que, como tú, quiere una sociedad más integrada en cualquier parte del mundo.
El túnel del Estrecho, viable a pesar de su complejidad
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