Tras el impulso de formas alternativas al vehículo privado y con el objetivo de pacificar los centros de las ciudades, las redes de transporte empiezan a mostrar ciertos signos de fatiga. En definitiva, se trata de prevenir, controlar y evitar situaciones de aglomeración en los diferentes transportes metropolitanos, especialmente en aquellos considerados como de alta capacidad. Además, uno de los objetivos será disminuir el tiempo que cada uno de los usuarios emplea en utilizar el transporte, para competir contra la mayor ventaja del coche: la rapidez. En esta entrada analizaremos cómo algunos métodos electrónicos para el control del tráfico de personas o vehículos fracasaron o no en su reto de agilizar este transporte urbano.
En primer lugar, el metro es un lugar preferentemente subterráneo cuyo objetivo es reducir al mínimo la espera de los usuarios en los andenes, permitiendo que la dedicación de tiempo de este transporte sea prácticamente la duración del trayecto. Sin embargo, debemos pensar que la rapidez no solo se encuentra a pocos metros de acceder a los vagones, sino también en el acceso a las estaciones. Especialmente en horas punta, las largas colas se forman para validar el billete en los tornos. Por tanto, ¿cómo agilizar la entrada y salida de usuarios por los tornos?
Pues bien, esta cuestión ya la plantearon grandes ciudades europeas, y una idea bastante innovadora fue el desarrollo del denominado “sistema de tornos abiertos”. Si es habitual que el usuario valide el billete ante el torno cerrado, y a continuación se abra para permitir el paso, este sistema funciona de una manera peculiar: los tornos siempre están abiertos, y el usuario una vez valida el billete, impide que se cierren cuando detecta que alguien se dispone a cruzar. Esto además supone un avance en el desarrollo sostenible de un transporte que se caracteriza por consumir mucha energía eléctrica (escaleras mecánicas, ascensores, tornos, pantallas y luces…), donde se evita el consumo en abrir y cerrar los tornos cada vez que un usuario entra y sale de la red. Además, el menor uso de los mismos disminuye la cantidad de reparaciones que son necesarias para su mantenimiento, por lo que se reduce el coste en todos los aspectos.
Otro mecanismo de control ha sido la de bloquear los tornos en cuanto se completa el aforo permitido dentro de la estación. Bastante sencillo y útil, que evita concentraciones a lo largo de los andenes, pero que sin embargo traslada el problema a los accesos a la estación. Esta y muchas otras ideas son cada vez más necesarias para paliar la situación a la que se enfrenta el transporte público de alta capacidad, donde deben convivir la confianza de los usuarios y la rapidez de un sistema que se verá duramente afectado por la COVID-19.
Por otro lado, y volviendo a la superficie, los coches parecen ser cada vez una alternativa que genera más confianza entre la población a la hora de desplazarse, en gran parte por la comodidad de no tener un itinerario fijo, y que permite flexibilidad al estacionar el vehículo cerca del lugar de destino. Pero esto requiere un esfuerzo por parte de las ciudades para acoger tal cantidad de vehículos motorizados, por supuesto contrario a las medidas de pacificación del tráfico que se vienen implantando en los centros de las ciudades (peatonalización de plazas, supermanzanas, etc.). Para optimizar el uso de vehículos motorizados, se desarrolló también un sistema de sensores bajo la capa de rodadura que permitía un tráfico más personalizado. Sencillos de colocar, logran regular los semáforos al recibir indicadores de los vehículos que pasan por encima de bobinas inductoras, evitando atascos o incluso peatones que esperan cuando no hay ninguno.
En conclusión, son muchas las innovaciones electrónicas para prevenir, controlar y evitar situaciones de aglomeración en los diferentes transportes, así como para mejorar su desarrollo sostenible, y que sin embargo no cuentan con el apoyo suficiente para llevar a cabo. Tal vez por la costumbre que tiene este país por no dedicar especial atención a la I+D+i, aunque también por ese pensamiento generalizado de que el transporte no forma parte de la vida, cuando en realidad lo es todo en una sociedad nómada como la nuestra.
Adiós a los tornos abiertos en el metro de Madrid
ENLACE A LA NOTICIA
